martes, 9 de agosto de 2011

FALACIA....

Falacia...

 
Una falacia o sofisma es, según la definición tradicional, un patrón de razonamiento incorrecto que aparenta ser correcto.[1] Un razonamiento falaz no necesariamente arriba a una conclusión falsa; así como un razonamiento correcto o válido no necesariamente arriba a una conclusión verdadera.[2] Los razonamientos falaces no son falaces por arribar a una conclusión falsa, sino por contener un error en el razonamiento mismo.

 

 Ejemplos de razonamientos falaces

Se ilustran errores comunes en un razonamiento. Cabe destacar que la crítica de un razonamiento no tiene relación con la validez de su conclusión. La conclusión puede ser válida, mientras que el razonamiento en sí mismo puede no serlo.
Un ejemplo de un razonamiento falaz podría ser el siguiente:
  1. Juan está enamorado.
  2. A Juan le gusta Carla.
  3. Por tanto, Juan está enamorado de Carla.
Una manera de mostrar que este razonamiento es falaz es utilizando diagramas de Venn. En terminología lógica, el razonamiento no es bueno ya que en al menos una interpretación de las premisas, la conclusión puede ser falsa.
Desafortunadamente, pocos razonamientos falaces son tan claros como el ejemplo anterior. Muchos de ellos involucran causalidad, que no es una parte de la lógica formal. Otras utilizan estratagemas psicológicas como el uso de relaciones de poder entre el orador y el interlocutor, llamamientos al patriotismo, la moralidad o el ego para establecer las premisas intermedias (explícitas o implícitas) necesarias para el razonamiento. De hecho, las falacias se encuentran muy a menudo en presunciones no formuladas o premisas implícitas que no son siempre obvias a primera vista.
Considérese ahora el siguiente argumento:
  1. Germán es un buen jugador de tenis.
  2. Por lo tanto, Germán es 'bueno', esto es, bueno moralmente.
Aquí el problema se encuentra en que la palabra 'bueno' es una palabra ambigua, lo que quiere decir es que tiene diferentes significados. En la premisa, se afirma que Germán es bueno en una actividad particular, en este caso tenis. En la conclusión, se afirma que Germán es bueno moralmente. Éstos son claramente significados distintos de la palabra 'bueno'. Aunque la premisa sea cierta, la conclusión puede ser falsa: Germán puede ser el mejor jugador de tenis del mundo y al mismo tiempo ser malvado.
Considérese ahora la siguiente variante humorística de la falacia de la ambigüedad:
  1. Una hamburguesa es mejor que nada.
  2. Nada es mejor que la felicidad eterna.
  3. Por tanto, una hamburguesa es mejor que la felicidad eterna.
Este razonamiento tiene la apariencia de una inferencia que aplica transitividad en la relación «es mejor que», que en principio es posible, el problema está dado por el significado de nada. En este caso, es un ejemplo de ambigüedad semántica. En la primera premisa, palabra «nada» significa la ausencia absoluta de cualquier cosa, mientras que en la segunda premisa, la palabra «nada» significa que no existe cosa que sea mejor que felicidad eterna. No hay que pensar en "ninguna cosa" como un objeto en si, sino como la abstracción de la "no existencia".
Ejemplos cotidianos:
  1. El oro brilla.
  2. Esta daga brilla.
  3. Por lo tanto, esta daga es de oro.
Este es un ejemplo de falacia de afirmación de consecuente. Esta falacia tiene la forma:
  1. A es B
  2. C es B
  3. Por lo tanto, C es A
Por definición, cuando un razonamiento es correcto y sus premisas son verdaderas, entonces su conclusión también es verdadera. En este caso, tenemos que las premisas son verdaderas y la conclusión no necesariamente verdadera, ya que la daga puede ser de oro (siendo verdadera) o de otro material brillante como por ejemplo el hierro (siendo falsa). Por tanto, el argumento es incorrecto. La manera de saberlo es empleando contraejemplos que lleven al límite estas estructuras falaces.

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